Creo que ya es hora de explicar donde exactamente vivo y que leches hago aquí para pasar el tiempo, aparte de daros la vara con los pedazo tochos que escribo, creyéndome erudita al más puro estilo Pérez-Reverte.
La casa de mis tíos está situada en el estado de Virginia, en una ciudad llamada Alexandria, que está más o menos a 10 minutos en coche de Washington DC. Yo a Alexandria no la considero una ciudad, y no por su tamaño, que tiene el doble de habitantes que Pontevedra, si no porque solo tiene una "zona vieja". Lo demás son vecindarios llenos de casitas distintas, con sus jardines, coles y guarderias intercalados, y algún polígono lleno de tiendas enormes suelto por en medio. Por las noches, a partir de las 9, cuando oscurece, los vecindarios están más muertos que el Fary, y no hay mucha luz, por lo que si te estás dando una vuelta y te coge el toro, puedes recordar todos esos sucesos que alguna vez escuchaste y la voz de tu madre retumbar en tu cabeza. "Tranquila cariño, eso solo pasa en Norteamérica". Glups.
El caso es que la "zona vieja" llamada Old Town, es preciosa. Tiene un puerto que por la noche está lleno de lucecitas y da gusto comer un helado sentado en uno de sus bancos. Está lleno de tiendas curiosas en los bajos de sus casitas de colores, de diferentes tamaños, todas pegadas entre sí. Tenemos desde boutiques, hasta mi tienda favorita "Ross, dress for less", que es un tremendo store donde puedes encontrar cosas de primeras marcas pasadas de temporada a precio más barato que la ropa de Inditex. Vamos, que siempre que camino hasta Old Town, el Ross es mi parada obligatoria "para ver si encuentro algo". Y nunca falla.
A mi tía se le ocurrió poner un anuncio hace unas semanas en la red que tienen en el vecindario, para ver si alguien necesitaba de una super psicóloga joven, española y experimentada en niños para cuidar de sus queridos hijos en ocasiones especiales, y no he parado de recibir mails desde entonces. Y ahí es cuando entras en el maravilloso mundo de las familias americanas, sus costumbres y caserones. Una de las familias para las que trabajo tiene 3 preciosos hijos y una sala de cine en el sótano de su humilde morada. Cuando me la enseñaron, con sus butacas con reposa-bebidas y el pedazo pantallón que ni los cines del centro comercial gran vía, recordé aquel momento en que mi padre trajo una tele plana de 32" y lo felices que toda la familia fuimos. Y cuando conseguimos el cable que conecta el pc con la tele ni te cuento. Pues ahí estaba la niña de 6 años sentada en el sillón, enseñandome las gafas 3D y eligiendo cual de las últimas películas que estaban en taquilla quería ver esa noche, y cuales permitían que la butaca vibrase. Jesús.
Hay una diferencia entre cuidar niños y cuidar niñas. Cuando cuidas niños sabes que si lo das todo, vas a sufrir dolor físico y puede que acabes llena de moratones por todos lados, porque los niños siempre quieren jugar a cosas como Monster Track, que es coger camiones y estamparlos contra lo que sea, la pared, el sofá o si es tu cuerpo mejor, o al pilla pilla, y no controlan su fuerza y si apuntan bien puedes ver las estrellas a veces. Y cuando cuidas a niñas, al contrario. Sabes que vas a tener una tranquila velada y a experimentar dolor psicológico y del bueno. Las niñas te escanean en cuanto entras por la puerta de arriba abajo y ponen a trabajar su infernal cabecita para ponerte en toda clase de aprietos. Desde preguntas como "¿porque tienes esa voz tan así?" - "¿tan así como?" - "Como si estuvieras enferma o fueras tonta". Tu pokerface lo dice todo y la niña ataca de nuevo, cual interrogatorio del FBI, a placajes consistentes y sin miedo en perfecto inglés "¿por qué tienes tantas pulseras?" -"porque me las han regalado"-"quienes?"- "mis amigos"- "tu novio?" - "No, mis amigos"- ¿Por qué no estás casada?"- "Porque soy muy joven" "No, eres muy vieja, deberías estar casada, ¿porque no lo estás?". NO LO SÉ, VALE niña de los cojones?? te voy a tirar una de tus barbies por la ventana a ver si vas tú detrás. Pero en vez de eso sonríes y le dices que te gusta su pelo, así que se pone muy contenta y te pregunta si puede peinar el tuyo y pintarte las uñas. Y piensas que si en el futuro te toca una hija mujer, o la ahogas en el río o la llamas Pepe a ver si cuela.
Pero lo bueno viene cuando por fin tras mil quinientos cuentos y promesas de premios por buen comportamiento o amenazas por todo lo contrario, caen dormidos. Ahí es cuando te quedas en una casa desconocida en silencio, y por lo general con un perro labrador custodiador. Te dedicas a ver las fotos familiares y a deducir que rol familiar ocupa cada una de las caras desconocidas que te encuentras, y a deducir la historia de amor que tuvieron sus padres y te sientas en un sillón a esperar. Y entonces te das cuenta, miras al perro y después al teléfono. ¿No es así como empiezan todas las pelis de Scream? Y si ahora recibo una llamada de un tío loco(que aún por encima no voy a entender porque el inglés telefónico aún no lo controlo) que me está mirando por encima del sofá escondido en algún rincón de esta gigante casa?. Y ves que el perro te responde con un ladrido y que tu casi infartas del susto. Gracias a dios, es cierto que los americanos disponen de una excelente colección de cuchillos afilados en la encimera, y una puerta trasera que siempre está abierta, así que dices, malo será que no me haga un spring que ni Forrest Gump calle abajo y el tío loco no me persiga porque con la máscara y eso no puede ver. Pero, y si de tanto correr, apareces en el barrio donde se crío Eminem o algún tipo malote y justo das a la cancha donde todos se reúnen a jugar al basket por no estar asesinando jóvenes españolas por ahí? Justo cuando estás pensando en qué cuchillo llevar contigo durante la carrera, aparecen los queridos padres, te pagan y te llevan a casa. Y tu respiras tranquila. Hasta la próxima tío loco de Scream. Y para todo el que me lo pregunte, no, os aseguro que no me he fumado nada escribiendo esto.
Deica loguiño!
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